Estoy aprovechando estos días previos a las vacaciones para hacer cosas que tenía pendientes por falta de tiempo. Vamos con otra de ellas.
Hace poco estuve comiendo en Picón y cuando pedimos un arroz a banda me acordé de Antonio, uno de mis primeros jefes, allá en el Madrid de los primeros 90. Valenciano de pro (con él descubrí este tipo de arroz, en aquellas interminables sobremesas en Arrocerías Formentor, hablando de logística, pero sobre todo de la vida), veterano de mil batallas de aquellos míticos 80 en el sector informático donde había llegado a ser Director General. Estaba ya un poco de vuelta de todo (le habían nombrado Director de Operaciones, a él, el rey de las ventas) y tendría más o menos la edad que tengo yo ahora pero a mí me parecía (entonces) más mayor.
Me enseñó, con sus palabras y su ejemplo, muchas cosas. Pero lo que más recuerdo es lo que decía sobre los jefes, lo tengo grabado como si fuera ayer. Era algo más o menos así: "Un buen jefe tiene que tener tres cosas. Primero, poner a la gente en el puesto donde rindan más, no donde a él le venga mejor. Segundo, facilitar el trabajo a los de su equipo y ayudarles cuando lo pidan, no molestarles. Y tercero, ser siempre honesto con ellos, no venderles motos. Así de sencillo, que no hay más. El resto son tontás de máster caro, te lo digo yo".
Un tipo sabio, sano y que iba de frente (y eso que podía ser muy duro y exigente, pero siempre en el momento adecuado y mirándote a los ojos). Volví a encontrármelo años después. Y puso cara de sorpresa cuando le dije que siempre había tenido en mente lo de los jefes, aunque muchas veces no había sido capaz de ponerlo en práctica. Sacó esa sonrisa sincera que siempre llevaba encima y me dio un abrazo. Con los años le he perdido la pista, pero muchas veces me acuerdo de él. Antonio, un buen jefe y sobre todo un buen tipo. Feliz verano.
